jueves, 25 de junio de 2015

Para contar






¡POR EL FILO!

La noche de jaripeo eran uno de los eventos más esperados en el pueblo, Don José y Doña María habían salido directo a la plaza de toros para ver a los valientes hombres montar a las bestias cornudas. Hacía mucho que no salían después de haberse casado, así que estaban emocionados por ir a la fiesta.

El padre de María había muerto hace poco y decidieron invitar a Doña Concepción o como mejor le conocían Ma.Concha, a acompañarlos. Todos los conocidos estaban allí, los mismos amigos, los mismos borrachos de siempre. En fin, el jaripeo comenzó, el primero en montar fue la estrella del lugar, era tan bueno que  los que iban a ver como se caían bruscamente los jinetes, se aburrían, entonces comenzaban a lanzar sus vasos de cerveza. Debemos mencionar que este pueblo era un pueblo "cuetero",  pues todos traían al menos una pistola y en estas festividades nunca falta el borracho al que le molesta que le hayan tirado la cerveza encima, para ellos estos incidentes solamente se pueden arreglar de una sola manera, a balazos, lo bueno de esto es que en este lugar no estaba el típico borracho en las gradas al que le molestan esas cosas, lo malo de esto es que estaba el jinete borracho al que sí le molestaban estas cosas, el peor del caso es que ese jinete resultaba ser la estrella del pueblo, quien hasta borracho y montado en un toro, podía disparar, claro, él era bueno montando, no apuntando. Los balazos volaban en todas direcciones, la multitud de gente iba hacía las salidas de emergencia, al ver que no tenían la oportunidad de salir en ese momento José se apresuró a llevarse las dos mujeres a un lugar seguro.
-¡Aaaaay!- un grito estruendoso, cuando José volteó vio que María estaba en el suelo con la cara tapada y gritando:
-¡AAAy José, creo que me dispararon!-
Una de las cosas que dicen que se sienten cuando te disparan es que la sangre es muy caliente, con todo esto se puede comprender la simpática confusión de María. Al ver lo que pasaba, José con la cara roja de rabia sacó su moruna y comenzó a pegarle (con el lado sin filo) al borracho que se atrevió a orinar en la pierna de su mujer, ésta al ver lo que sucedió se levantó asustada gritando:

-¡Déjalo José, déjalo!- 
Por el contrario Ma. Concha, emocionada, animaba -¡Por el filo, José, por el filo!





JACARANDA

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