Un ligero mareo
hizo que se me nublara la vista, mi estómago comenzó a revolverse mientras mi
respiración se agitaba deprisa. Di varios pasos hacia atrás pues no podía
mantener el equilibrio, tuve que sostenerme de la pared para evitar desmayarme,
accidentalmente tiré la vela que yacía en el ropero, unos cuantos papeles
viejos comenzaron a incendiarse y al instante todo se hacía más claro. Un
cuarto malgastado apareció ante mis ojos, la pintura se caía a pedazos, el
suelo tenía decenas de agujeros y el hedor parecía aumentar cada vez más. Traté
de controlar mi respiración mientras trataba de comprender aquella extraña
frase: “...murió dos años atrás”, aquellas palabras resonaron en mi cabeza con
un eco infinito, profundo y perforante. ¿Muerta? ¿Cómo era posible? Anne
acababa de abrirme la puerta, habló conmigo, ¡yo la había visto!...
Respiré
profundo.
Estaba
seguro de algo; por más odio que mi madre me tuviera no se atrevería a mentirme
de esa forma, pensé que mi madre probablemente estaba perdiendo la cordura
debido a su edad. Eso me tranquilizó un poco.
–
Estás equivocada madre – le dije tranquilizando su enojo y apagando los papeles
incendiados – Anne acaba de bajar las escaleras, seguramente estás cansada,
deberías dormir un poco más
– ¡No trates de engañarme imbécil! –
sus gritos cada vez eran más fuertes y, a la vez, más cansados – lo que tú
quieres es robarme la llave y no la conseguirás, pierdes tu tiempo aquí
De
pronto comenzó a perder el aliento y a toser de nuevo, no me atreví a acercarme
para auxiliarla, pensé que ello la podría poner peor, así que sólo esperé en la
esquina del cuarto analizando sus palabras. ¿A qué se refería con llave?, según
recordaba, mi madre jamás guardaba nada relacionado con el cuidado de la
mansión. Precisamente era esa la razón por la que había contratado un ama de
llaves. Pero que podía saber yo, me había ido hace seis años, ella podría haber
cambiado, comprado un cofre de tesoros o tal vez tenía una habitación que había
cerrado permanentemente. No le tomé importancia (mi tercer error) y me acerqué
lentamente hacia su cama. Mientras caminaba pude percatarme que el cuerpo de mi
madre parecía estar más pequeño. Un encogido bultito reposaba sobre aquella
cama. La peste se regaba por todo el cuarto, pero no entendía el porqué. Tal
vez era la madera podrida de las paredes o el musgo del piso, la verdad no me
importaba el olor, con tal de ver a mi madre soportaría todo. Al llegar junto
al borde de la cama descubrí el origen de tan apestoso aroma, al parecer, las
sábanas no habían sido lavadas en mucho tiempo. Estaban llenas de manchas
amarillentas y de un carmesí desgastado.
–
Madre – le susurré mientras acercaba mi mano para tocar su hombro
Las sábanas comenzaron a moverse y por
un momento tuve la esperanza de ver la sonrisa de mi madre al verme, pero
estaba muy equivocado. La tela de la sábana por fin cayó y ella volteó la
cabeza para verme. No pude evitar lanzar un grito al aire mientras caía al
suelo muerto de miedo.
Aquella
cosa en la cama no era mi madre. Su cara estaba dividida en dos parte; la
primera parecía estar normal, sus ojos azulados, piel arrugada, unos labios que,
además de estar partidos a la mitad, también tenían severas cortadas por todas
partes. Aquella era la parte normal, la que podría pasar por mi madre, en
cuanto a la otra mitad, esa era otra historia. Un cráneo expuesto resaltaba de
la mejilla hacia abajo, aún quedaban pedazos de piel colgando del hueso. Un
agujero oscuro y profundo ocupaba el lugar del ojo, los dientes expuestos eran
todos afilados como colmillos. Del cuello le colgaba una cadena de oro y en
medio de ella había una pequeña llavecilla. Aquella no era mi madre, era un
monstruo, un horrible y espantoso monstruo. Me levante como pude y corrí tan rápido
como pude hacia la puerta. Intente abrirla pero, aun cuando creía que las cosas
no podían empeorar, aquella manija parecía estar atorada, no podía abrirse.
Detrás de mí la figura anciana comenzaba a ponerse de pie y se acercaba muy
lentamente. Todo su cuerpo estaba dividido a la mitad tal y como lo estaba su
rostro, de un lado, vestida con una bata blanca, parecía normal, del otro, un
esqueleto de color grisáceo con una bata rota y sucia estaba apareciendo.
Mi
corazón parecía estar a punto de explotar, estaba muerto de miedo mientras
golpeaba una y otra vez la puerta con la esperanza de que ésta se rompiera y al
fin pudiera salir. Desesperado giraba mi mirada hacia todos lados, todo en
cuestión de segundos. Miré hacia abajo en el borde de la puerta y ahí parecía
estar la solución, una silueta parecía estar parada del otro lado.
–
¡Auxilio! – grité con todas mis fuerzas mientras golpeaba la puerta – ¡Ayúdame,
por favor!
– ¡La llave! – me gritaron como respuesta,
era la voz de Anne – ¡tienes que quitarle la llave!
– ¿Quieres que haga qué? – respondí
furioso – ¡déjate de estupideces y abre esta maldita puerta!
Pero
ella no la abrió, se quedó ahí parada sin hacer nada. Cuando giré mi mirada en
busca de otra salida ahí estaba el monstruo frente a mí, cara a cara mantuve
fija mi mirada al único ojo que ella tenía. Estaba más que asustado, el terror
me invadía de pies a cabeza, mis rodillas temblaban, mi corazón latía lo más
rápido posible y el sudor recorría mi espalda. “Es una pesadilla”, me repetía a
mí mismo.
Aquel
monstruo comenzaba a acercar su rostro al mío. Respiraba muy lentamente por la
boca, su aliento apestaba a carne podrida. Se acercó lo más posible a mí y
empezó a susurrarme al oído.
–
Debes tener un sabor delicioso Alfonse – me dijo lamiendo mi mejilla, su lengua
estaba seca y era una sensación de arena recorriendo mi piel – es una lástima
que vayas a morir aquí y a manos de tu propia madre, que lástima, parecías un
buen chico
El monstruo abrió la boca y justo
cuando pensé que la mordida llegaría, un enorme crujido pudo oírse bajo
nosotros, la madera en la que yacía parado comenzó a agrietarse. Miré el ojo
azul de mi madre por última vez.
Luego, el piso se partió.
– ¡Alfonse! – gritó Anne al mismo
tiempo