domingo, 21 de junio de 2015

De corta edad


DE CORTA EDAD

- ¿Disculpa? ¿qué dijiste?- dijo ella, en ése momento sentí que mi pecho ardía, primero pensé que era mi corazón en llamas, luego recordé la torta ahogada del desayuno.
-no es nada, perdón- me arrepentí, no, no era el momento aún.

I
Quizá es estupidez de los quince años, a esa edad todos se enamoran y hasta el hambre se confunde con mariposas; mariposas, a mi ni me gustan, es gracioso que cuando aparezcan sepas que te gusta alguien, pero no, no me gustan. A ella no parecían gustarle tampoco, no se veía de ese tipo, pero quien sabe, quizá el naranja de su cabello y el negro de su labial indiquen un gran fanatismo por las mariposas  monarca, sin duda alguna ella es extraña, no me sorprendería que le gustaran esas cosas, pero su facha no habla de ello. 

Muchas veces no sabemos a dónde nos llevarán estos encuentros. Ella fue quien hizo temblar mi suelo, imaginación, cabeza y otras partes del cuerpo que a mi edad se agitaban muy fácilmente. Era mayor, me enseñó todo lo que quería saber acerca del amor y sus derivados. Entonces lo supe, para ella era solamente un muchacho de quince años en plena adolescencia que no dudaría en experimentar locuras que a su edad  ya están muy gastadas, quería a alguien que fuera capaz de sorprenderse con todo lo que hacía y quizá dejarme un poco de lado cuando todo aquello fuera también gastado para mi. Sentirse un poco idolatrada por mi, alguien con ojos nuevos. 

II
Pasado el tiempo comencé a pensar que cinco años de diferencia realmente no nos hacían tan diferentes, después de todo ya habíamos hecho muchas cosas juntos, cosas que a la edad que yo tenia en ese entonces no son para nada comunes. Pero ya lo había pensado, quién soy yo para esta chica totalmente abierta al mundo pero a la vez tan fuera de él, pues sí, yo estaba abierto a ella. Me veía como un niño, y no  desperdiciaba las oportunidades que tenía para poder decírmelo: "pero sólo eres un niño, no debería decirte estas cosas"  "aún eres tan inocente", cuando ella era quien había tachado la palabra inocencia de mi pobre diccionario -¡Genial, una palabra menos!- siempre que comenzábamos algo temía decir palabras o hacer movimientos que le provocara decir cosas como "qué inocente eres", por eso y más me comencé a sentir incómodo, ya no pertenecía a ese mundo, ya no me sentía bien en ese mundo, en su mundo, mis ojos recién abiertos aun eran muy nuevos para ella.

Lo que siempre era nuevo era el color de su cabello, se parecían tanto a los colores de las mariposas, igual, jamás supe si le gustaban o no, en realidad no supe mucho de ella, sólo lo que era necesario para estar juntos, lo cual era físicamente exigente para mi poca condición, tal vez sí era muy joven para esta mujer. El que diga cosas como "En el amor la edad no importa" seguramente nunca se enamoró de alguien cinco años mayor.

III
La edad me seguía importando, cada vez se hacía más notoria la diferencia, para ese momento yo tenía ya dieciséis años ¡mi edad aumentó! pero la de ella también. 

Comenzó a trabajar en un bar, tenía todo el buen aspecto para hacerlo, a mi me gustaba esperarla hasta que su turno terminaba, obviamente no estaba permitido para una persona de mi edad beber en tales establecimientos, así que tomaba soda y la veía trabajar. Me sorprendía lo bella que se veía al servir tragos, tararear para sí misma, incluso me gustaba verla fumar, de repente me miraba, de vez en cuando me robaba uno que otro beso -debo admitir que me llegué a sentir un poco castrado-, yo no lo hacía, era demasiado tímido para mostrar afecto en público, bueno, la pena me la fue quitando de a poquito. Allí, en ese bar fue donde comencé a sentirme más imberbe -¿cómo deseaba una barba!-, más de lo que ella me hacía sentir, en un bar siempre habrá personas mayores a los dieciséis y cuando hablaban con ella yo notaba la diferencia en sus conversaciones y las mías. El simple hecho de quedarme parado junta a ella y verla trabajar ya me hacía sentir peor, la mayoría del tiempo no sabía que hacer: no quería irme y no quería que sintiera que necesitaba atención todo el tiempo, yo no era un niño, no junto a ella.

IV
- ¿Disculpa? ¿qué dijiste?- dijo ella, en ése momento sentí que mi pecho ardía, primero pensé que era mi corazón en llamas, luego recordé la torta ahogada del desayuno.
-no es nada, perdón- me arrepentí, no, no era el momento aún. Jamás le dije lo que pensaba de la edad, jamás le dije que lo que me decía en sus momentos dulces no me parecía más que el caramelo que se le da a un niño para que siga en el juego. La edad sí importa, podría no importar, de no saber el significado de la palabra "niño" nuestros cinco años de diferencia podrían haber sido solamente cinco meses. 
-Por favor, deja de decirme "niño"- estaba a punto de llorar como uno, después de eso se acabó, jamás me miraría diferente
-Eso es lo que me gusta de ti- 

Me besó como a un hombre. 






JACARANDA