Carta muy corta.
Sin número pero con destino.
No es para que te quedes, ni tampoco para que pierdas lugares desde
tu sitio: es un atentado a la cotidianeidad de nuestro entorno. De las
invitaciones pasadas yo podría decirte que carecían de importancia:
de-esa-que-es-de-verdad; pero lo que tengo hasta ahora (Y que planeo que
percibas, ¡ay!) es sumamente novedoso (Hasta ahora para ti, créeme), pues
quiero que te impresiones y que sensibilices el estupor de lo humano: que dejes
los lugares del manto.
Desde que comencé a notar la importancia de este nuevo sistema (De
edades milenarias), comprendí (¿Cuál es la diferencia entre comprender y entender?)
que de los retornos sagrados y del suceso que aprisiona las almas de los humanos
al que le llaman “historia” sólo se podía establecer una normalidad (para que te
des una idea: la moda es un estándar que rara vez comprendí pero que siempre
establecí como “sistema de comparación” con la realidad): una pretensión de
control unitario. La unidad de aconteceres y de todo aquello que reclama su
nominalidad (¿Otra vez? Esta palabra no me dejará muchas opciones…) de “cosa”
nos exige un complejo más allá de nuestros sentidos (Y vaya que conoces lo
sensible, lo sensual). No me malentiendas, no quiero que te tomes esto más allá
de lo que es: una simple llamada de ecos de anti normalidad (¡Mira!: cráteres
de bólidos).
No soy una autoridad ni tampoco soy el mesías de los sueños rotos:
soy tu más sucio cuerpo repleto de “ello”. Mi tradición (¡Uy, si!, tradición:
déjame tocar sus senos y repetir esa última palabra) serpentea en una
estabilidad que no comprendes, pero que de todas formas aceptas y planeas
controlar. No encajo en tu “comprensión” (¿Y qué era entender?), soy y seré
algo que podrías delimitar entre lo improbable (Imposible para ellos: te lo aseguro)
y lo decente.
También quiero dejar claro que no soy la maldad (Lamento
decepcionarte) y que esta cualidad poco cotidiana, normal, usual, etc, etec,
etc, no es lo que te rescatará del tormento emocional: no es una respuesta, es
un sistema milenario (Lee más arriba, zopenco). Este sis-te-mi-ta te arrancará
de tu cómoda “silla-número-uno” y te abandonará (No otra vez… Por favor) a las
insolencias del “poco indulgente” tiempo.
Seré más que un lamento y que una perversión de adolescente: seré tú
mismo si te comportas como se debe. No te invito a probarme en enteros sorbos
de mi propio ser, te invito a medidas aceptadas y volitivas. Te lo repito: no
es para que te quedes (Yo no podría, no de nuevo). No es para que te quedes
(Esto me daña, te lo digo en serio). No es para que te quedes (No lo hagas…).
No es para que te quedes: no lo es.