sábado, 21 de junio de 2014

Carta muy corta Por Martínez Quezada


Carta muy corta.

 

Sin número pero con destino.

No es para que te quedes, ni tampoco para que pierdas lugares desde tu sitio: es un atentado a la cotidianeidad de nuestro entorno. De las invitaciones pasadas yo podría decirte que carecían de importancia: de-esa-que-es-de-verdad; pero lo que tengo hasta ahora (Y que planeo que percibas, ¡ay!) es sumamente novedoso (Hasta ahora para ti, créeme), pues quiero que te impresiones y que sensibilices el estupor de lo humano: que dejes los lugares del manto.

Desde que comencé a notar la importancia de este nuevo sistema (De edades milenarias), comprendí (¿Cuál es la diferencia entre comprender y entender?) que de los retornos sagrados y del suceso que aprisiona las almas de los humanos al que le llaman “historia” sólo se podía establecer una normalidad (para que te des una idea: la moda es un estándar que rara vez comprendí pero que siempre establecí como “sistema de comparación” con la realidad): una pretensión de control unitario. La unidad de aconteceres y de todo aquello que reclama su nominalidad (¿Otra vez? Esta palabra no me dejará muchas opciones…) de “cosa” nos exige un complejo más allá de nuestros sentidos (Y vaya que conoces lo sensible, lo sensual). No me malentiendas, no quiero que te tomes esto más allá de lo que es: una simple llamada de ecos de anti normalidad (¡Mira!: cráteres de bólidos).

No soy una autoridad ni tampoco soy el mesías de los sueños rotos: soy tu más sucio cuerpo repleto de “ello”. Mi tradición (¡Uy, si!, tradición: déjame tocar sus senos y repetir esa última palabra) serpentea en una estabilidad que no comprendes, pero que de todas formas aceptas y planeas controlar. No encajo en tu “comprensión” (¿Y qué era entender?), soy y seré algo que podrías delimitar entre lo improbable (Imposible para ellos: te lo aseguro) y lo decente.

También quiero dejar claro que no soy la maldad (Lamento decepcionarte) y que esta cualidad poco cotidiana, normal, usual, etc, etec, etc, no es lo que te rescatará del tormento emocional: no es una respuesta, es un sistema milenario (Lee más arriba, zopenco). Este sis-te-mi-ta te arrancará de tu cómoda “silla-número-uno” y te abandonará (No otra vez… Por favor) a las insolencias del “poco indulgente” tiempo.

Seré más que un lamento y que una perversión de adolescente: seré tú mismo si te comportas como se debe. No te invito a probarme en enteros sorbos de mi propio ser, te invito a medidas aceptadas y volitivas. Te lo repito: no es para que te quedes (Yo no podría, no de nuevo). No es para que te quedes (Esto me daña, te lo digo en serio). No es para que te quedes (No lo hagas…). No es para que te quedes: no lo es.

 

La muerte.