miércoles, 25 de junio de 2014

EL PUENTE DE PIEDRA



Caminaba desahuciada a través de las calles. Tenía las manos amarradas a un caballo quien era montado por un jinete de casi dos metros de altura. Ella iba descalza pisando la piedra caliza de las calles por donde caminaba. A los lados la gente se había congregado para observar a la condenada y algunos, más descarados, arrojaban comida o rocas hacia la chica. “Bruja – gritaban una y otra vez – mátenla, es una hechicera”. Era impresionante como una sola palabra podía hacer olvidar a las personas todo el aprecio que había existido por tantos años. Al final llegaron al puente de piedra donde podía apreciarse la corriente del rio asesino de mujeres, niños, hombres y demás personas acusadas de crímenes bárbaros o blasfemos. Caminó a través del puente de piedra, arrastraba los pies deseando que aquel momento jamás llegara, pero sin nada que hacer sólo pudo llorar. Las caras a su alrededor tan solo mostraban el mayor desprecio que ella pudo haber visto, incluso cuando aquellos rostros le eran conocidos, unos más que otros. Mucha gente dice que cuando se está al borde de la muerte tu vida pasa ante tus ojos en un instante, y para ella no fue la excepción. Yo iba junto a ella y aunque podía ver sus recuerdos no podía escuchar sus pensamientos.
            Había observado a Juliana desde hacía tiempo atrás, me parecía fascinante su inteligencia y su astucia para crear remedios caseros de la nada. Parecía que tan sólo tomaba unas cuantas plantas, mezclaba extraños brebajes y pociones para crear un elixir que pareciera curaba todo. Juliana era una joven bastante hermosa para su edad. Tenía el cabello negro y unos pequeños ojos de color castaño. Gozaba de una sonrisa muy bella y sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas a diferencia de su piel tan blanca. Yo la consideraba mi amiga, aunque ella no podía verme o escucharme. Mi espíritu quedo con ella por casualidad ya que había intentado salvarme de una herida por la espada pero nada, ni siquiera los famosos brebajes, pudieron salvarme de mi repentina muerte. Mi fantasma quedo vagando por las calles de Westminster.
            Al pasar de los días su historia y su rutinaria vida me parecían bastante asombrosas. En su casa vivían ella, sus padres y los tres pequeños hermanos. Todos parecían felices a pesar de vivir en la absoluta miseria. Juliana cobraba poco por sus remedios al igual que su madre así que el dinero que ganaban no era suficiente por lo que su padre, hábil en el arte de la siembra, había conseguido un puesto estable de vegetales en el mercado de víveres. Al poco tiempo los frescos frutos que lograban vender se hicieron famosos y pudieron tener una cierta estabilidad vendiendo coles y rábanos. Por aquellos días las cosas no iban muy bien en Westminster, numerosos arrestos habían sido propiciados por la iglesia hacia personas acusadas de brujería. Desde mujeres jóvenes o esposos blasfemos ante al que llamaban el todopoderoso. Más de tres conocidos para Juliana fueron a parar ante la grave inquisición que castigaba brutalmente a todo aquel que negara su poder, sin duda alguna, era una época en la que todos vivían con miedo. El cardenal del reino parecía ser un paranoico obsesivo por la limpia de herejes durante su mandato; él era la principal causa por la situación en que se encontraba Juliana.
            Todo había comenzado apenas tres días antes cuando cierta cortesana de busto abultado llegó al puesto en donde Juliana atendía.
– Quisiera cuatro manzanas por favor – dijo la chica con un tono altanero
– Por supuesto – contestó Juliana dedicándole una sonrisa y entregándole las manzanas – seria medio denario por favor
Espantada por el aparente excesivo precio la chica arrojo las manzanas a un lado y se fue ofendida ante la aparente estafa. Haciendo caso omiso Juliana recogió las manzanas que aun servían. 
– Si yo fuera tú estaría asustada – le dijo un hombre que casualmente pasaba por ahí
– ¿Y eso por qué?
– Esa chica es Ortissa – contestó el caballero – es una de las sobrinas consentidas del cardenal, tiene mucha influencia en el reino y por lo que sé ella es muy rencorosa, anda con cuidado estos días, no sé qué vaya por irse contra ti por cuatro manzanas
Dicho eso el hombre se alejó y con él dejo la duda. Aparentemente ahora ella estaba metida en semejante apuro, pero eso no le importo, alzo los hombros y continuo con su día, no iba a dejar que una chica caprichosa arruinara un viernes tan hermoso.
Pocos días después del incidente con Ortissa el otoño llego a Westminster. Juliana necesitaba algunos ingredientes para las sanaciones que hacia su madre por lo que tuvo que ir a distintos puntos en el reino. Buscando entre negocio y negocio tropezó con alguien por accidente. Eran los ojos más amielados que ella jamás había visto, por lo que quedo impactada al tropezar con aquel individuo. Con una vista rápida hacia su persona no le quedo la menor duda que era un soldado de la guardia del rey, pero eso no le importo al momento en que armándose de valor le pregunto su nombre. 
            – Fernán – contestó con voz dulce, acto seguido, dio media vuelta y comenzó a caminar, sin quitar la sonrisa de su rostro. Y justo cuando estaba a punto de desaparecer de la vista una voz a lo lejos gritó
– ¡Yo soy Juliana! – el soldado sonrió, hizo una reverencia y luego se fue
Al girar mi mirada pude percatarme que, desde una ventana en lo alto, la joven Ortissa había observado la escena y se llenó de rabia. Según me enteré después, tiempo atrás ella había sido rechazada por Fernán ante su incesante deseo de cortejo, según el soldado, la razón por la que declinaba su oferta era que no deseaba problemas con el cardenal y que, además, él no estaba interesado en las mujeres por ahora. Cuál fue su sorpresa al ver que parecía preferir a una sucia granjera antes que a ella. Llena de orgullo se apresuró para ir hacia el puesto donde yacía Juliana y hacerle una espantosa escena de la mayor humillación posible, pero algo cambió por completo las cosas. Pude observarla antes de llegar y el cómo se quedó inmóvil ante Juliana: “Gracias damita – decía un anciano al ser aliviado de un dolor en la pierna – usted tiene manos mágicas”.
Vi que dio media y decidí seguirla a través de los callejones, al parecer, llevaba bastante prisa. Cuál fue mi sorpresa cuando, en lugar de ir hacia su hogar, había ido hacia donde estaba su tío el cardenal. Entre tantas mentiras y engaños logró convencerlo de que Juliana, la chica del pueblo, era una bruja y que practicaba el arte de la magia negra, por lo que debía ser arrestada y juzgada ante la inquisición por sus diversos crímenes.  Su tío, Johan, tuvo severas dudas ante aquel caso de brujería, pero al ver los caprichos e insistencias de su sobrina favorita no pudo negárselo, la confianza que le tenía era inmensa, así que sin pensarlo dos veces armo un escuadrón de tres hombres y mando arrestarla.
Regresé tan rápido e intente advertirle inútilmente, grité y pataleé lo más que pude pero ella no me escuchaba. Sin saber nada Juliana caminaba hacia su casa sin ninguna preocupación, cosa que cambió drásticamente al ver a los soldados en la puerta de su hogar, sabía lo que aquello significaba, venían a arrestar a alguien. Justo cuando se proponía a avanzar uno de los soldados giro su vista y se encontró con ella.
– ¡Atrápenla! – grito fuertemente
Dando un giro impresionante, Juliana comenzó a correr lo más rápido que podía, sin mirar atrás, sin detenerse. Su corazón latía cual corcel corriendo libremente, tenía su respiración agitada y el sudor de la frente era frio como el invierno. Utilizaba todas sus fuerzas para correr más y más rápido, sus extremidades le dolían por el esfuerzo, pero ella no pararía ante nada y lo sabía. Las calles empedradas de Westminster se hacían eternas, no importaba quien se interpusiera en su camino, ella solo empujaba llena de miedo, sabía que debía escapar de ahí lo más pronto posible. No deseaba saber para que la quisieran los soldados, no pensaba averiguarlo. Y justo cuando pensaba que había logrado huir, unos brazos cálidos la acogieron, giro su vista hacia arriba y sonrió, conocía aquellos ojos dulces. Pero la mirada esta vez lucia apagada, triste, con un solo movimiento de la cabeza en forma de negativa termino el sentimiento de alegría que sentía por verlo.
– Lo lamento – dijo Fernán entristecido – son órdenes 
Aquel hecho rompió su corazón, sin oponer resistencia alguna fue conducida ante la carroza llena de rejas que le esperaba, subió despacio mientras observaba las demás mujeres horrorizadas. Girando una mirada decepcionada hacia Fernán, fue conducida hacia el edificio principal de la inquisición. Al llegar ahí fue llevada hacia una gran sala oscura donde los sacerdotes esperaban para juzgarla. Justo al entrar los ojos llenos de desprecio fueron navajas en su interior, sabía que el veredicto final no sería nada bueno. Los rostros la miraban de arriba hacia abajo, con pensamientos de tortura. No paso tanto tiempo antes de que la declararan culpable y fuera condenada a ser ahogada bajo el puente de piedra.
Pasados unos minutos llego un soldado, con bastante agresividad le amarro las manos y luego las sujeto a un caballo que se disponía a montar. Este sería el hombre que la dirigiría hacia el puente de piedra. Así, mientras Juliana cruzaba las calles empedradas de Westminster, aquellas donde había conocido a tantas personas, ahora era motivo de burlas e insultos de aquella misma gente. Ahora ella era una chica denigrada, marginada por su propio pueblo. Al final llegamos a la orilla del puente y comenzaron a amarrarla de los pies mientras soltaban la cuerda del caballo. Me sentía impotente mientras observaba, pero eso duró poco, de la nada ella alzó la mirada y por un momento sentí sus ojos sobre mí. Luego, sólo sonrió al ser arrojada hacia el río.
      Juliana se agitaba debajo del agua con tal desesperación que Fernán no pudo soportarlo y se retiró del lugar. Cuando la cuerda al fin se tensó, el comandante hizo que la subieran, pero algo extraño sucedió, el cuerpo era demasiado ligero, como si el agua en sus pulmones hubiera reducido su peso. El fin de la cuerda hizo exhalar un suspiro de asombro entre los que observaban la ejecución, el cuerpo se había desvanecido y ahora no quedaba más que su ropa empapada. Detrás de mí pude escuchar un susurro con voz femenina hablándome al oído: “No todas las brujas son malas”.





   


Mi día a día con Mercedes Capítulo 6: 7 Por Jacaranda


Capítulo 6

7





            “si fuera necesario te encerraría en mi pecho para que no me dejes de nuevo”.

            -¡RAFAEL¡ Hijo ¿Qué tienes?¿Por qué me abrazas así?¿Quién es Mercedes?

            -Mercede… ¿Qué?¿mamá?¿qué haces aquí?

            -¿Cómo aquí? Hijo, este es mi cuarto

            -No, no, yo estaba en la plaza, ella estaba conmigo [sollozos] por fin estábamos jun…- no pudo ser un sueño

            -Hijito ¿qué fue lo que soñaste?

            -¡NO¡ ¡¿DÓNDE ESTÁ?!

            -Tranquilo, tranquilo ya paso, estoy aquí contigo

            -[susurros] ¿dónde estás?


            Me quedé dormido de nuevo después de llorar en los brazos de mi madre, aun así ni siquiera su cariño me sirvió de consuelo. Fue tan real; si tan sólo ella pudiera sentir lo que yo siento en este momento, “por favor regresa”.

            -¡Uy! Que cara tan fea tienes hoy, es más fea que de costumbre.

            -¿Qué quieres René? hoy no estoy de humor para tus bromas… para ti en general.

            -Pareciera que lloraste toda la noche ¿Estás bien?- Si se lo contara seguramente no me entendería, cómo podría, él nunca ha sufrido por una chica; a pesar de su ojo extraño y su leve panza chelera  sigue siendo hermoso, ¡ay! no ya me estoy deprimiendo más.

            - Sólo no dormí bien- aunque estoy seguro de que los brazos de mi mamá son comodísimos- no te preocupes.

            - Muy bien. Espera tengo una llamada- seguramente es una chica, últimamente lo han estado llamando demasiado.- ¡Oye Rafa! ¡Me voy!

            - ¡ADIÓS!

            Tengo que distraerme, visitaré al viejo.  

¿Qué olor extraño es este?

– ¡Don Emiliano!

            - Rafa, pásale muchacho- ¿soy yo o acaba de esconder un porro?

            - Si, gracias

            - ¿Qué se te ofrece?

            - Nada realmente

            - Ya veo, prepararé té

            - No se apure, yo lo preparo

            - Muy amable, últimamente me he sentido más cansado de lo normal

            - ¿Por eso fuma marihuana?

            - Eh..no..eso es por… ¡las quimio! Sí… si eso es

            -¿¡DIÓS MÍO, TIENE CÁNCER!?

            - Si… eso es… tengo eso…

            - jaja Don Emiliano, mejor busque una excusa que preocupe menos. No es nada bueno mintiendo

            - Bueno… eso es…[risita]. Que quede como un secretito entre nosotros Rafita.

            - No se apure, al fin y al cabo Ud. No le rinde cuentas a nadie, y no debería hacerlo.

            - Eso es verdad, yo ya estoy viejo, quise tener la oportunidad de probarla una vez más. En fin, dime a que has venido, no creo que vinieras a visitarme por placer, ¿Qué te preocupa muchacho?

            - No crea Don Emiliano, Ud. Es una persona muy interesante, pero, tiene razón quería preguntarle algo, tal vez esta es una pregunta muy común en alguien de mi edad, sin embargo, por alguna razón siento que solo usted me puede dar una respuesta sensata.

            - Pues venga, ¿Qué sucede?

            - Bien, entonces dígame ¿cómo se hace para superar a una persona? No olvidar, porque no quiero hacerlo; simplemente me gustaría dejar de pensar en esa persona  como alguien indispensable para mi vida. Ah qué digo, realmente no sé si pienso en ella como indispensable para mi vida, pero es verdad que es necesaria ahora, en este momento.

            - Muy buena pregunta. Hace mucho que no pienso en esto del amor, dejé de creer en él algún tiempo, sin embargo, espero poderte ayudar. Mira Rafael, el corazón es caprichoso, tanto así que muchas veces puede secarse si no se le concede lo que pide, ¿entiendes? Tú eres muy joven para amargarte la vida por un amor. Primero dime, ¿dónde está ella?

            - Ni si quiera lo sé; en mis sueños, mis sueños son el único lugar donde la puedo ver ahora.

            - ¿No es real?

            - Lo es, y vaya que sí; es lo más real que me ha pasado en mis 18 años de vida. Lo que me parece irreal es el hecho de haberme enamorado de alguien así, de esta manera, en tan corto tiempo.

            - Ya veo, pero así es el amor. ¿Por qué no la buscas?

            - No, quizá no valga la pena hacerlo.

            - ¿QUÉ DICES? [Carcajada]  no, no mi amigo, estás mal, ¿has oído o leído si quiera esta frase que dice “vale la pena dar la vuelta al mundo en 80 días por una mujer”?

            - Por supuesto que sí, es de Julio Verne.

            - ¿Y luego? ¿Qué esperas?

            - ¿Qué espero? Realmente esperaba poder superarla para no buscarla e impedir que esto que siento se hiciera más fuerte.

            - Es tu decisión. Mira la hora, ya son las ocho.

            - Yo me voy, muchas gracias por su tiempo, que pase buenas noches.

            - Ve con cuidado, descansa y piensa bien lo que harás.

            - Lo haré, nos vemos.


           Creo que me iré por el camino de la plaza. Es verano, pero siento mucho frío. La calle está repleta, tenía tiempo que no me sentía tan solo.

 ¿René? ¿Con quién habla a esta hora?

-       Hey René ¿con quién hablas?

-       ¡Oh! rayos

-       ¿qué es esto? – estoy seguro de que esto no es un sueño

-       Rafa ¿cómo estás?-  ¿qué? Sí, es ella

-       Cómo estás ¿sólo eso se te ocurre decir?

-       ¿qué sucede?

-       Te vas sin decir nada y solo dices ¿Cómo estás?

-       Yo ya me tengo que ir chicos…. Adioooos

-       ¿Qué te pasa? Te deje un libro

-       Gran despedida

-Discúlpame Rafael pero fue de improviso, lo supe de un día para otro, realmente mis padres me sorprendieron.

-       ¿sabes, pudiste haber llamado?

-       ¿por qué? Yo ni siquiera tengo tu número

-       Pudiste haber escrito

-¿En serio? No sé por qué te enojas, ya estoy aquí, de todos modos te iba a visitar mañana para despedirme.

-¿Despedirte? Después de casi dos meses, dime ¿qué sentido tiene eso?

-Sabes, no tengo porque explicarte todo, sólo somos amigos, creo que te explique suficiente.- vaya

-Tienes razón, quizá no llegábamos a eso.- lo sabía, ni siquiera buenos amigos.- ¿y cuándo te vas?

-       Me quedaré una semana ¿te molesta?- solo si te vas de nuevo

-       ¿Te molesta?- no te vayas

-¿Por qué me miras así?- ni siquiera somos “buenos” amigos, no quiero serlo.

-       Haz lo que quieras Mercedes.

-¿Qué te pasa? Primero me reclamas y luego me dices “haz lo que quieras”

-¡HAZ LO QUE QUIERAS! Después de todo no tienes porqué explicarme nada, mucho menos pedir permiso para quedarte. No tienes porqué venir a despedirte.- esto es todo, después de dar la vuelta a la esquina todo se habrá terminado, que estupidez. ¿Por qué estoy llorando? Mis piernas no se mueven.

- No quisiste decir eso ¿verdad? – no llores Mercedes

- ¿Qué quieres que te diga, que te quedes, que no quiero que te vayas? No hay nada ni nadie que te retenga aquí; al menos yo no.

- ¿Qué dices? – exactamente ¿qué carajos estoy diciendo?

- Dime ¿Qué soy para ti realmente?

- ¿A qué te refie…

- ¡A ESO! ¡¿QUÉ- SOY- PARA-TI?!  Me he estado carcomiendo la cabeza estos últimos meses, te fuiste, no dijiste nada, ¿qué más te tengo que decir para que lo entiendas? ¿Qué es lo que no entiendes?... olvídalo, estoy exagerando, tan sólo vete…

- L… lo entiendo – realmente me sorprende, nunca en mi vida vi una cara tan roja y adorable.

- Mercedes, eso es trampa…- tus mejillas están calientes…


“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar…”

                                                                 Cortázar, Rayuela. 7









Jacaranda Cafetera

PRÓXIMO CAPÍTULO JUEVES 3 DE JULIO

martes, 24 de junio de 2014

Soliloquios de un viejo Cacófono Fue de noche por Hombre de Carbón

Fue de noche.



          Ay, lenguaje todopoderoso. Me pregunto constantemente, ¿cómo y quién te parió? Y la respuesta es tan ambigua y nula como la pregunta. De algo si estoy seguro, debió ser por la noche cuando emergiste trémulo y voraz de la necedad de expresión del primer hombre.  Con un hambre ubérrima, capaz de devorarle el polvo a las piedras y las cenizas al fuego. Sí, estoy seguro. Debió ser por la noche, cuando la escritura de los sordomudos está despierta, cual faro en la deriva pero sin barco que guiar más que el pulso de una pluma.
        
          Escritura sorda-muda y sin embargo, oyes los pasos volar de mis dedos en la tinta y tu voz estridente, se anida en la cueva de mis tímpanos. Ahí te quiero. Calmada. Así te quiero. Tenue. No te muevas o despertarás mi errático andar sobre la cuerda floja de los renglones, y bien sabes que me puede ir mal. Ya más de alguna vez me he asfixiado en la sinalefa del final de mi letra o y el comienzo de tu i. Quédate estática en el vaivén del sol y la luna. No insistas.
Sin duda debió ser por la noche cuando en vez de pájaros, en los cables cuelgan trompetas, saxofones, cortinas de lluvia, un par de tenis rotos, con la suela ennegrecida por pisar el alfabeto que hemos olvidado por los suelos.
          
          Lenguaje. Lenguaje. Lengua-ge (gatuna). Lengua-hache (muda). Lengua torcida hasta la luna de la i. Lengua de Sun Ra pronunciando lanquidity y todo estalla, cómo la primera vez el lenguaje en los aires.

       Naciste de noche lenguaje no estoy equivocado. O será que nuestro idioma sólo es comprendido por los nocturnos. Aquellos que te ofrendamos las  ojeras, para que seas más justo a la hora de robarnos el sueño. Fue de noche, sino como explicas el aborrecimiento que nos tiene el sol.



                                                                                                                                Hombre de Carbón.

sábado, 21 de junio de 2014

Carta muy corta Por Martínez Quezada


Carta muy corta.

 

Sin número pero con destino.

No es para que te quedes, ni tampoco para que pierdas lugares desde tu sitio: es un atentado a la cotidianeidad de nuestro entorno. De las invitaciones pasadas yo podría decirte que carecían de importancia: de-esa-que-es-de-verdad; pero lo que tengo hasta ahora (Y que planeo que percibas, ¡ay!) es sumamente novedoso (Hasta ahora para ti, créeme), pues quiero que te impresiones y que sensibilices el estupor de lo humano: que dejes los lugares del manto.

Desde que comencé a notar la importancia de este nuevo sistema (De edades milenarias), comprendí (¿Cuál es la diferencia entre comprender y entender?) que de los retornos sagrados y del suceso que aprisiona las almas de los humanos al que le llaman “historia” sólo se podía establecer una normalidad (para que te des una idea: la moda es un estándar que rara vez comprendí pero que siempre establecí como “sistema de comparación” con la realidad): una pretensión de control unitario. La unidad de aconteceres y de todo aquello que reclama su nominalidad (¿Otra vez? Esta palabra no me dejará muchas opciones…) de “cosa” nos exige un complejo más allá de nuestros sentidos (Y vaya que conoces lo sensible, lo sensual). No me malentiendas, no quiero que te tomes esto más allá de lo que es: una simple llamada de ecos de anti normalidad (¡Mira!: cráteres de bólidos).

No soy una autoridad ni tampoco soy el mesías de los sueños rotos: soy tu más sucio cuerpo repleto de “ello”. Mi tradición (¡Uy, si!, tradición: déjame tocar sus senos y repetir esa última palabra) serpentea en una estabilidad que no comprendes, pero que de todas formas aceptas y planeas controlar. No encajo en tu “comprensión” (¿Y qué era entender?), soy y seré algo que podrías delimitar entre lo improbable (Imposible para ellos: te lo aseguro) y lo decente.

También quiero dejar claro que no soy la maldad (Lamento decepcionarte) y que esta cualidad poco cotidiana, normal, usual, etc, etec, etc, no es lo que te rescatará del tormento emocional: no es una respuesta, es un sistema milenario (Lee más arriba, zopenco). Este sis-te-mi-ta te arrancará de tu cómoda “silla-número-uno” y te abandonará (No otra vez… Por favor) a las insolencias del “poco indulgente” tiempo.

Seré más que un lamento y que una perversión de adolescente: seré tú mismo si te comportas como se debe. No te invito a probarme en enteros sorbos de mi propio ser, te invito a medidas aceptadas y volitivas. Te lo repito: no es para que te quedes (Yo no podría, no de nuevo). No es para que te quedes (Esto me daña, te lo digo en serio). No es para que te quedes (No lo hagas…). No es para que te quedes: no lo es.

 

La muerte. 

jueves, 19 de junio de 2014

LAS CUATRO ESTACIONES. INVIERNO, PARTE IV

Mantuve mis ojos cerrados todo el tiempo, todo pasó tan rápido que sólo esperaba el golpe al caer sintiendo un nudo en el estómago. “Moriré”, me dije apretando la mandíbula, sin embargo, nada de eso ocurrió. De pronto, la sensación se detuvo de la nada y pude sentir el firmamento bajo mis pies. Abrí los ojos y me quedé atónito. Fue como estar ciego por un momento, la oscuridad era tan espesa que me sentía atrapado dentro de un ataúd. Solo era vacío, no había viento alguno. El piso era terroso y muy áspero. Lo único que se oía era el ritmo de mi respiración agitada y mis pasos en círculo buscando un punto de referencia, algo que pudiera ayudarme a ubicarme, pero nada pasó en aquél momento, sólo silencio y penumbra me acogieron en ese lugar. Respiré profundo e intenté calmarme pero fue inútil, estaba muy asustado como para comprender qué demonios debía de hacer. Moví mis brazos en todas direcciones hasta que por fin pude sentir un muro a mi derecha. Pero algo estaba mal, la sensación en las yemas de mis dedos indicaban que aquello era algo viscoso, espeso y pegajoso. Un candelabro gigante se encendió en el techo del pasillo y pude observar todo al instante. Manos y ojos sobresalían de las paredes mientras aullidos de dolor comenzaron a acrecentarse y esparcirse. Algunas manos también sobresalían del piso intentando halarme hacia ellas.  Lleno de pánico lo único que alcanzaba a pensar era en correr, pero mis piernas parecían haberse paralizado. Forcejeaba, gritaba y golpeaba repetidas veces. “Es sólo un sueño – me dije tratando de tranquilizarme – es sólo una horrible pesadilla”. De la nada algo me golpeó por detrás de la cabeza y todo se tornó oscuro.

         Cuando desperté todo había cambiado, una luz muy opaca de color grisáceo iluminaba desde un techo transparente que yacía sobre mí, era difícil no confundirlo con un cielo nublado, pero podía discernirse fácilmente; aquello sobre mi cabeza no eran nubes sino cenizas que se levantaban desde el suelo. No lo había notado hasta que me puse de pie y miraba a mí alrededor. Los granos de ceniza se levantaban de uno a uno y terminaban adhiriéndose al resto que ya estaba en el techo flotando, aquello sí que era un verdadero espectáculo, parecía que estaba nevando en sentido contrario; la nieve del suelo era ceniza y sobre ella yacían lápidas, miles de tumbas a mi alrededor, todas con el mismo mensaje:

Esta alma no descansa en paz

         Entré en pánico por un momento, aquél sitio donde estaba parecía no tener fin pues se extendía por varios cientos de kilómetros hacia todos lados. Gire mi mirada en busca de alguna salida, pero el resultado era el mismo en todas partes, nada. De pronto una voz en el aire comenzaba a hablar, susurraba muy despacio que apenas y era perceptible. “Alfonse – me decía – por aquí”, al cabo de un rato comprendí; donde la escuchaba no era otro lado sino al norte, como si estuviera muy lejos y a la vez tan cerca. Forcé mi mirada a través de aquella neblina de ceniza y alcancé a descifrar una silueta detrás de una lápida. Grité tan alto como pude para que pudiera escucharme, pero aquello no pareció ocurrir. La sombra a lo lejos comenzó a caminar hacia atrás ignorándome por completo. Sabía que era imposible el que no me hubiera escuchado ya que el eco de mi voz resonó en todo el lugar.
            Comencé a correr tan rápido como pude hacia donde había estado aquella silueta, detrás de mí pude ver las huellas de mis zapatos marcándose sobre el manto de ceniza. Aquello me dio esperanzas, si aquella sombra desaparecía aún podría seguir sus huellas y tal vez, sólo tal vez, encontrar la salida de aquel pútrido lugar. Cuando llegué al punto mi desconcierto aumentó, en aquel punto no había huellas ni indicios de que alguien hubiera estado ahí. Suspiré, llegué a pensar que el pánico me estaba volviendo loco, pero al girar mi mirada hacia la derecha ahí estaba otra vez, la misma silueta yacía junto a otra lápida. No me detuve a gritar y sólo corrí, pero justo cuando casi llegaba junto a la sombra, ésta desapareció de pronto, como si se hubiera evaporado en el aire.
         Estaba muy agitado, en aquél lugar hacía bastante frío, pero al igual que antes de entrar a la mansión ninguna brisa de aire llegaba a mí. Comenzaba a recuperar el aliento cuando de pronto la misma silueta estaba más al este de mi posición. Me le quede mirando por un momento y entonces comprendí, aquella sombra quería que la siguiera y fuera a donde fuese que me guiara, cualquier cosa era mejor que quedarme atrapado en aquel espantoso lugar lleno de muerte. Corrí por muchas horas hasta que se oscureció, estaba tan agotado y sediento como nunca lo había estado en mi vida. Más de una vez caí de bruces tropezando con rocas y demás cosas que no podía ver. Y justo cuando pensé que no podría dar un paso más ahí estaba, una farola en medio de la nada estaba iluminando un sendero de piedra caliza. Al final del camino estaba la sombra esperándome, esta vez la podía ver más de cerca y pude notar que usaba un bastón y un sombrero que cubría su rostro.
            Caminando lentamente me introduje en el sendero, estaba muy cansado y mi pierna derecha parecía estar muy lastimada por lo que cojeaba con cierta levedad. La luz de la farola era tenue, casi imperceptible, pero aquello era mejor que nada, al menos ahora podía distinguir el camino que debía seguir. La ceniza continuaba elevándose hacia el cielo; mi ropa estaba manchada y mi rostro cubierto de aquél polvo oscuro. Cuando menos acordé ya estaba por terminar el sendero y llegar junto a la sombra que había estado siguiendo, la cual seguía inmutable y oculta en su gruesa gabardina. De la nada la luz se apagó y el miedo me hizo retroceder y caer. Justo cuando terminé en el suelo todo volvió a iluminarse, al parecer ahora la farola estaba al lado de aquél extraño individuo, el cual ahora estaba recargado en el poste, al parecer, fumando pipa. Sostenía la mayor parte de su peso sobre el bastón, la otra parte parecía estar apoyada sobre la farola.
            Me puse de pie y avancé hasta estar cara a cara con aquella sombra. De pronto la silueta habló, tenía un tono siniestro y algo en el aire parecía darle un eco que esparcía sus palabras.
            – Detente ahí – me dijo – ni un paso, Alfonse. Porque tú debes ser a quien llaman Alfonse Rigtown, ¿o me equivoco?
            – Tal vez – respondí, no estaba dispuesto a sufrir otro incidente como el de mi madre, debía mantener mi identidad oculta hasta estar seguro de estar a salvo – ¿Quién o qué eres tú?
            – ¿Yo? – suspiró – he tenido tantos nombres que la verdad he olvidado el verdadero, sin embargo, tienes razón, no me he presentado formalmente, así que permíteme hacerlo y que mejor forma sino preguntándote un acertijo:

Soy tu miedo antes de dormir, la razón de que pongas una vela cada noche. Soy el escalofrío que recorre tu espalda, ese terror bajo tu cama, la sombra en tus sueños, esa, la peor de tus pesadillas... ¿entiendes?
           
Mantuve mi mirada indiferente lo más que pude pero simplemente me fue imposible, aquello no ayudaba en nada y, en cierta manera, era un poco extraña aquella descripción. Mi mirada era estupefacta, mis labios se abrieron, pero no tenían nada que decir, así que permanecí callado intentando comprender aquellas palabras.
            – ¿No? – preguntó en tono burlón, luego, comenzó a caminar en círculos alrededor de mí; su identidad continuaba oculta tras aquella gabardina – ¡Pero si es muy sencillo, amigo mío!

Soy aquella a quien temes al caer, ese espectro taciturno que deambula pesarosamente. Soy lo temible. Soy las sombras, las doce campanadas; yo soy… ¿ya has adivinado?


Me quede callado, con expresión pensativa y mirada baja. No entendía nada, las pistas no tenían sentido alguno, trataba de relacionarlas, conectarlas de alguna manera, pero eso no podía ser, me puse a pensar en conexiones tal banales que la respuesta simplemente no podía ser algo sencillo de deducir. Entonces me puse a pensar que tal vez no era un acertijo sino algo más, una descripción, una sutil forma de descripción ambivalente que denotaba un egocentrismo mental. Sin embargo aquello seguía sin tener respuesta. Estaba anonado, sin pista alguna, así que una vez más guarde silencio, poniendo mirada estupefacta y expresión confundida. El extraño rio fuertemente y el eco se esparció por el lugar; de la nada la farola se apagó y todo volvió a quedar oscuro.

martes, 17 de junio de 2014

Mi Día a día con Mercedes --- Capítulo 5 No te vayas ----- Por Jacaranda


Mi Día a Día con Mercedes

Capítulo 5

 No te vayas


            Llevo todo el día encerrado en mi cuarto, sólo salí para ir de nuevo a la plaza; no comprendo porqué sigo yendo a ése lugar. Me molesta la forma en que me contradigo cada vez más, no debería frustrarme el hecho de que ella se fuera. Nos acabábamos de conocer, normalmente sólo lo dejaría pasar y ya pero,  no puedo hacerlo. Soy tan ridículo, nunca me gustó ser cursi y lo soy. Es su culpa.      

            ¿Qué tiene esa chica que tanto me impresionó? ¿Su cabello? No, no fue solamente eso. ¿Su piel blanca? ¡Qué va! si a mí me encantan las morenas.¿Su boca? No, tampoco, era muy pequeña. Entonces ¿sus ojos grandes y tristes? Sus ojos grandes. A Mercedes se le notaba el carácter  fuerte y aun así sus ojos me rogaban por protección. No, no fueron sus ojos, nada sobre su físico es impresionante ahora, sin embargo, la tengo grabada como una foto en mi memoria.

            Como me gusta esta ventana, y a esta hora de la noche el cielo se ve hermoso. Hoy hará frío [suspiro]  y vaya que sí. Parece que el árbol de enfrente se va a quedar pelón por tanto viento.

¡DEMONIOS! Ya es muy tarde y yo sigo pensando en ti Merce… ¿qué?.

-es mercede... ¡MERCEDES! – es ella… tengo que alcanzarla estoy seguro de que es ella, lo estoy.

-¡RAFAEL, HIJO, A DÓNDE VAS A ESTAS HORAS DE LA NOCHE¡ ¡RAFAEL¡

            Debe ser ella. Si, ese cabello negro que tanto me gusta, su piel blanca que  da frío con sólo verla; su boquita que dice y no dice nada; esos ojos que hacen que me den ganas de protegerla, la pequeña espalda que siempre he querido abrazar… es ella…

-[jadeo] Mercedes

-¿Rafael?

-¿Por qué?¿por… ¿Qué tienes? Estás llorando

-solo ven y abrázame

¿Cómo sabes qué es lo que quiero hacer? ¿Cómo no te das cuenta de que mi corazón está a punto de explotar de la felicidad?  Ya no me importa la razón por la que te fuiste, simplemente ya no te vayas. Jamás pensé que la vería llorar, ni si quiera pensé que la volvería a ver, que algún día la podría abrazar; ahí están esos ojos. Hoy me ruegan más.

-Mercedes ¿por qué te fuiste?

-[sollozos] No… no puedo más

- ¿Con qué? ¿Qué te pasa?

-no me sueltes, por favor, no me sueltes –no pensaba hacerlo, si fuera necesario te encerraría en mi pecho para que no me dejes de nuevo.
JACARANDA CAFETERA
CONTINUARÁ EL MIÉRCOLES 25 DE JUNIO