De una efímera existencia...
Y aquí estamos, en nuestra última vez juntos. Mientras te
observo desde las sombras a las que me denigras, contemplo estupefacto como en
actos furtivos te acercas a mí, y con una dulce caricia de tus labios robas
parte de mi esencia, de mi ser. Me aniquilas sin que yo haga algo por
defenderme, no puedo. Presencio el momento en que mi alma, desechada por ti, se
disuelve en la nada, sabiendo que después de éste desafortunado encuentro, sólo
eso seré para ti. Y a pesar de la aflicción que agobia mi corazón por esta
cruel realidad, aunque mi tristeza resulte inmensa al pensar en la facilidad
con la que prescindirás de cualquier posible recuerdo mío, no me atreveré a
reprocharte o cuestionarte en lo absoluto. Hacerlo sería un absurdo. Para mí es
más que claro el hecho de que muchos están después de mí, esperando poder
ocupar el lugar que en breve dejaré. Y al tomarlos en tus manos, y deleitarte
con sus olores, su piel, todo recuerdo mío será borrado. Ya con lo último que
de mi alma resta, mientras aún soy consciente y tú tomas un respiro para
recuperar el aliento, me reconforta la idea de que no estoy muriendo solo, en
realidad, mutuamente nos morimos.
LEONARDO GUEDÁZZ |