viernes, 13 de marzo de 2015

De una efímera existencia...




De una efímera existencia...


Y aquí estamos, en nuestra última vez juntos. Mientras te observo desde las sombras a las que me denigras, contemplo estupefacto como en actos furtivos te acercas a mí, y con una dulce caricia de tus labios robas parte de mi esencia, de mi ser. Me aniquilas sin que yo haga algo por defenderme, no puedo. Presencio el momento en que mi alma, desechada por ti, se disuelve en la nada, sabiendo que después de éste desafortunado encuentro, sólo eso seré para ti. Y a pesar de la aflicción que agobia mi corazón por esta cruel realidad, aunque mi tristeza resulte inmensa al pensar en la facilidad con la que prescindirás de cualquier posible recuerdo mío, no me atreveré a reprocharte o cuestionarte en lo absoluto. Hacerlo sería un absurdo. Para mí es más que claro el hecho de que muchos están después de mí, esperando poder ocupar el lugar que en breve dejaré. Y al tomarlos en tus manos, y deleitarte con sus olores, su piel, todo recuerdo mío será borrado. Ya con lo último que de mi alma resta, mientras aún soy consciente y tú tomas un respiro para recuperar el aliento, me reconforta la idea de que no estoy muriendo solo, en realidad, mutuamente nos morimos.




LEONARDO GUEDÁZZ

Con no sé quién, a no sé dónde

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CON NO SÉ QUIÉN, A NO SÉ DÓNDE



Era la edad de la loquera, pero yo no estaba loca, él sí, pero yo no; a mis quince años ya sabía exactamente lo que quería hacer de mi vida, quería casarme con Joaquín y tener un montón de hijos y tenía que decidirse pronto, ya me estaba quedando cotorra. Lástima, yo quería mucho a Joaquín cuando me encontré a José en la calle. Qué mala suerte la mía, en ese momento yo ni sabía su nombre.

Lo recuerdo muy bien ¡cómo olvidarlo! iba yo a las tortillas cuando un hombre se paró a mi lado. Él andaba a caballo. De repente nomas oí que gritaron mi nombre -¡María!- Y me asusté, creí que era el señor de la mercería, que había ido a reclamarme el cierre que me robé, y yo que pensaba que fue un movimiento discreto -¡María!- Repitió, ahí me di cuenta que no era el señor de la mercería, pero igual no sabía quién era. Volteé y vi a un muchacho muy guapo montado en su caballo; lo recorté como hacen las señoras importantes, me tapé bien con mi reboso y seguí caminando. -Pérate María, tú no vas a ninguna parte-. Me indigné ¿Pos quién se creía este para hablarme así?¡ -¿Qué quiere?! Estoy ocupada-. -¡A ti te quiero María! Y te vienes conmigo-. Fue tan rápido, no supe ni a qué horas ya estaba en el pintao caballo; nunca, nunca había estado tan asustada ¿qué iba a pensar Joaquín de mí? Lo golpeé y lo golpeé pero no mas no me hacía caso; le decía que me iba a casar pronto. -Claro que te vas a casar pronto, conmigo mesmo te vas a casar-. Me decía ¡Bah! Ya mucho habían decidido por mí en la vida; traté de saltar pero el muy granuja me tenía bien agarrada de la cintura, ni remedio, yo no quería hacer escándalo pero ya no me importaba, así que empecé a gritar que me robaban lo más fuerte que pude, en eso vi que mi hermano ¡ay mi hermano! Ya iba detrás de nosotros montao en el pinto -¡Apúrate Rodolfo, que me roban!- Dios mío santo, que me da el bajón de presión cuando escucho que el pelao este empezó a tirar balazos al aire, mi hermano ya no pudo seguirnos y me fui con no sé quién a no sé dónde.



Jacaranda Cafetera