domingo, 16 de noviembre de 2014

Albur Por Jacaranda


ALBUR




 

“Ya no somos dueños de nuestro pueblo”

 

 

-Éste pueblo que antes era nuestro porque los defendíamos, nos lo están quitando, porque ya nadie lo defiende. Nomás soy dueño desta cantina, desto vivo, es lo único que me queda y no tardan en venir a quitármelo.

 

-Pos a mi ya no me queda deotra, por eso vine a despedirme de usté Don X, la semana pasada vinieron por última vez a mi puesto, nomás están pide, pide y pide de lo más caro que tengo y luego se largan sin pagar, y uno… uno no puede decir nada ¡nos matan! Por eso yo mejor me voy, me llevo a mi mujer y a mi niña, nos largamos de éste pueblo lleno de plomo.

 

-Pos nos vemos, si es que Dios… no, si es que estos hijos de la chingada me dan licencia.

-Usté no les haga caso y va a ver cómo nos volvemos a ver.

 

Y no he vuelto a ver al muchacho este, ni supe a donde se fue, se me olvidó preguntarle y ya no le pude contar lo que pasó.

 

-¡Vieja, ya me voy a abrir, me llevas de comer!

-¡Te digo que ya cierres esa mugrosa cantina, te van a matar!

-¡Cómo te explico que esa mugrosa cantina nos mantiene! No te apures, antes los mato yo.

-Pero… -¡Ya! Tú llévame de comer, por favor.

 

Y que no me llevó de comer la vieja, le ha de ver dado miedo llegar y ver que estaba agujerao. ¡Qué bueno que no fue!

 

-Don, denos la botella de tequila más cara que tenga y dos vasos por favor.

-Aquí está, sírvanse señores.

-¡Salud!

 

Esos hijos de la… se zamparon la botella como agua y me siguieron pidiendo más.

 

Ya, ya se había hecho tarde y bien sabía yo quenes eran esos dos, pero pos el chiste aquí es echarse el albur.

 

-Señores, les paso su cuenta, ya es re tarde y voy a cerrar.

-No don, guárdese la cuenta, ya nos vamos ¡jajaja!

-Discúlpenme caballeros pero de esto vivo yo y de aquí no se van hasta que me paguen lo que tomaron.

 

Ya sentía la bala adentro cuando me sacaron dos escuadras los cabrones.

 

-Tons, así va a ser la cosa Don X.

-Pus que así sea, yo no vivo pa’mantener huevones, yo tengo una familia y si de por si no hay gente que venga a comprar, ahora que ustedes andan por aquí vienen menos, y ya les digo, me pagan o me pagan. Si acaso, yo también tengo una pistola.

 

Yo pensaba en ¿quén iba a mantener a mi vieja después de que me mataran estos pelaos?

 

-Ah mira tú pistacho, a ver si el Don sigue de gallito cuando le haga un agujero a esa mano.

-Yo ya les dije y pus… me han de matar, pero uno se va a quedar tendido aquí conmigo, ustedes verán como le hacen señores, pero me pagan de una forma u otra.

 

-Tons si se nos va a poner al brinco Don.

 

¡No hombre cuando se metió la mano en la chamarra ahí si dije “con tres no puedo”!

-Tenga su dinero ¡Hombres como usté hacen falta en este pueblo! Todos son unos collones.

 

Y que se van, no volvieron y me  dejaron más dinero del que era. Pero así es esto y pus me seguiré echando un albur cada que sea necesario pa’ defender este pueblo, este pueblo que es muy mío.

 
 
 
 
Jacaranda cafetera
 

sábado, 1 de noviembre de 2014

A la hora de Charlie P. por hombre de Carbón

A la hora de Charlie P.


Todo va bien con las notas
y contigo, por ejemplo;
drifting on a reed,
a la hora de danzarnos
en el bar de la avenida seis;
bird of the paradise,
a la hora del intermedio
en el momento, que el cuarteto brinda;
pagar la cuenta, salir
y a la hora de abordar un taxi,
contigo de la mano, don´t blame me;
nows the time,
al entrar en mi habitación
y cerrar las cortinas;
a la hora, de encontrar tu rostro
a obscuras y besarte,
autumn in the New York;
comenzar a hacerte el amor
sobre el escritorio, vendría
perfectamente bien, how deep is the ocean;
a la hora de sentir nuestra sal
y contemplarte, en el silencio
de mi éxtasis, all the things you are;
encender el cigarrillo, dar unas caladas
y escuchar, april in París;
el sol ya toca la ventana,
es hora de un café antes de ducharnos
y escuchar, confirmation;
ahora sí, ducharnos
y enjabonar tu sexo al ritmo
de bongo beep;
llevarte en autobús
a la central (esa, donde
perdí la vida entre andenes)
mirar por la ventana, mientras
suena y sueñas, east of the sun;
y a la hora de volver
alicaído, arrastrando mis pies
y tropezando la mirada en cada plaza,
my old flame;
todo va bien con las notas
y contigo, por eso,
Charlie Parker a la hora,
de escribirte.


Hombre de Carbón

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Los últimos hálitos de Octubre por Hombre de Carbón

Los últimos hálitos de Octubre.

Sobre la balanza de éste, libra, 31 lunas
 se disputan en peso con tu ausencia;
 la columna de libra parece flaquear,
 ambos brazos le pesan casi, como la muerte.
 Tu ausencia logra descender hasta los pies
 de éste, libra, y justo, cuando las lunas parecen
 dispersarse a su sitio de origen,
 un frío de madrugada desploma
 el cuerpo débil de éste, libra,
junto con las 31 lunas y tu ausencia.
 Todo se derrama por la habitación,
cual si fuese tinta
sin surcos sobre una página,
 y a las 9 de la mañana, una ola de sol,
 depura los último hálitos de un octubre.




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Hombre de Carbón

Don concepción Por Jacaranda

DON CONCEPCIÓN


-Yo no sé para qué me traen más personas aquí, si ya saben que no me gusta.
-Para que no esté solo Don Concepción.
-Yo necesito compañía que dure, que no se muera, o al menos que viva hasta que me muera yo; no quiero ser grosero doctor, pero ya debe saber usted que a mí me entristece mucho tener que ver partir a todos los que llegan. Sólo yo no me muero.
- ¡Shhh! No diga eso, que va a asustar a su compañero… usted es muy fuerte, por eso no se muere, y no se va a morir va a ver que pronto se va a ir de aquí.
-No, si no crea que me hacen menso, ya llevo once meses aquí, ya sé que de ésta no me salvo. Al menos deles la misma medicina que a mí, ha de ser muy buena, no más no me muero.
-Don concepción, ellos no tienen lo mismo que usted ¿cómo les voy a dar ése medicamento?
(Susurros)
-Bueno pues, pero ¿qué tiene el muchacho?
-Cáncer de pulmón.
-¿tan joven? Ah Dios mío.
-Él no fuma, Don, lo que pasa es que sus papás fuman como tren y pues, ya ve.
-¿Y ellos no tienen cáncer?
-No sé, el muchacho vino solito porque se sentía mal, sus padres no han aparecido.
-¿cuál es su estado? ¿Se va a morir?
-Pues si… de hecho no le queda mucho tiempo.
-¡ES EL COLMO! ¿No le estoy diciendo que traiga gente sana?
-¿Y cómo quiere que le traiga gente sana a un hospital?
-Pues al menos traiga personas con fecha de caducidad… ¡pues gente que dure, hombre!
-oh pues, entienda, la cama a su lado siempre resulta estar disponible.
-Cómo no va a estar libre, hasta parece que tienen prisa por dejarme, si yo no les hago nada, no mas no entiendo porque se mueren tan pronto… o cámbieme a mí a otro cuarto
-Pero si usted ya está bien instalado aquí, ¿quiere que movamos toda su ropa?
-Ni siquiera debería tener ropa aquí, siempre traigo la misma condenada bata azul, ya habría de cambiarme el color, soy cliente frecuente...(mueca) mejor olvídelo.
-¿Ahora qué?
-La enfermera me cae bien, aquí déjeme. Al menos es la única que no me deja… y usted, pero usted no cuenta.
-Bueno, ya me voy, descanse, tengo que ir a revisar la sala de emergencias.
-Vaya, déjeme.
   
Cuando volví a hacerle compañía a Don concepción a la siguiente semana, lo noté más apagado que de costumbre, era de esperar después de ver partir a una persona más.

-Doctor, que sea el último.
- mmm ¿Último qué?
-El último paciente que trae aquí
-Será el último por un tiempo hasta que llegue otro, ya sabe que esa cama se debe ocupar.
-Tal vez sea yo ¿verdad?
-¿Usted qué?
-Deberían llamarme “el parca”, todos los que vienen a mi lado se mueren.
-No, no creo que sea usted,digo ¿si sabe que un gran número de personas mueren cuando vienen al hospital, verdad?
(Suspiro)
-Déjeme sólo doctor. Hoy no me siento con ganas de hablar.
-Bueno, nos vemos mañana, que pase buenas noches.
-¿Hoy si regresa a su casa?
-Hoy si regreso a mi casa, don Concepción.
-Bien por usted, hasta mañana.
   
A la mañana siguiente la noticia que recibí, fue menos amarga de lo que esperaba.

-¿Qué es esto?

-Una nota, Don concepción la tenía en la mano ésta mañana, falleció en la madrugada.











Jacaranda Cafetera






jueves, 16 de octubre de 2014

mi vicio y el suyo Por Jacaranda

 


MI VICIO Y EL SUYO




          Desperté, te vi y te besé. Ése cuello helado y largo en el que siempre poso mis labios hasta quedar inconsciente, y se repite.
        
       Cada día me gustaste más y más, tú, esperando mi llegada para que te volviera a besar. Mi vicio, besarte, el tuyo, ser besada, no sólo por mí, hay más, muchos otros y otras. Como siempre, el centro de atención, el alma de la fiesta, la que le da sabor a la noche. Tu ausencia es más aburrida que la monotonía de tenerte cerca. Sin embargo cuando te calientas...no, cuando te caliento, ya no me sirves. El caso es que cuando tu te calientas a mi se me calienta el hocico, cerveza.



JACARANDA CAFETERA

domingo, 28 de septiembre de 2014

MIGRAÑA Por Hombre de Carbón


MIGRAÑA
 
 
 

Ahora todo puede tomarse en capsulas: los anticonceptivos, la figura que uno desea, los alimentos, la felicidad, el tiempo, la libertad. Incluso tomarse a Dios. Pero todo es tan banal y es necesario que el hombre se engañe de vez en cuando para vivir. Así como también tomar paracetamol para contrarrestar problemas severos de la cabeza causados por el colectivo en desacuerdo.

Mi cabeza es un vinilo hecho de hueso dónde se ha grabado las melodías más bizarras en forma de pensamiento. Al estilo Hank Mobley  y sus álbumes de los 60´s. Cuando el primer síntoma de la migraña llega, se baja una aguja y comienza a girar sobre mi cráneo, raspando cada medula hasta las entrañas de las ideas más catastróficas y el florecimiento de un delirium tremens apenas se asoma. Sin embargo, cuando la migraña llega en su plena morfología, viene disfrazada de un elefante, camina a paso lento y a los lejos ya se distingue, pues los sensores de mis oídos se han amplificado a un punto dónde ya no soporto ni la estridente tarea de una aguja al coser. El elefante cada vez más se acerca y cada pata tiene la resonancia de un fuerte tambor de Morricone dentro de una sala hueca. El elefante comienza a trepar, no lo distingo visualmente, pues su cuerpo ha sido distorsionado por mis ojos gracias a la aguja anterior. Al fin llega a la cúspide de mi cerebro, y en una pata intenta estar en equilibrio sobre la aguja que antes reproducía los sonidos más extraños. Es pesado. Denso como el mismo texto ahora, todo se vuelve náuseas y el mínimo destello de luz podría hacer enojar más al elefante al punto de que comience a brincar sobre la aguja. Lo  ha hecho. La sangre se esparce.

Vienen los médicos. Viene esa gente que se compadece de ti. No quiero que nadie me pregunte nada, ni si quiera los extraños, a todos les causa morbo ver a dicho elefante que no se alejan con tal de contemplarlo y extasiarse de una moralidad ingenua y terca que aun no comprendo. El elefante se ha convertido en el centro de atención y sobre mí, parece estar impregnada una carpa de circo. Adelante. ¡Pasen! Pasen todos y tomen asiento. Vienen las pastillas. No hay comida, el dinero es insuficiente, el refrigerador vacío igual el estómago. Pero debo dejar caer químicos agrios para el bienestar de mi cuerpo. ¿Bienestar? Sí, bienestar. Olvida el KFC, la carne empaquetada y recién salida del rastro, olvida las guacamayas, los tacos de cerdo  y cualquier otro alimento. Toma capsulas. ¿Vegetariano? Jamás, los he visto a todos en las noches buscando sexo, buscando carne. Se contradicen cínicamente. Tambaleo. Enmudezco. Me detengo.

He  cerrado los ojos días enteros sin dormir necesariamente. La migraña se convierte y convierte todo. El silencio en explosión. El aleteo de mariposas en ráfagas de aire. El sexo en asco. La luz en ceguera. La migraña se vuelve palabra. Aparece periódicamente, a veces con fuerza o flaqueando. Otras veces se ausenta y se llega a olvidar que se siente la migraña o se olvida simplemente de cómo escribir. En realidad nunca he sabido escribir. La migraña no se cura, yace de por vida en este cuerpo amorfo y tan sólo se controla; cómo la palabra. De por vida correrá en las venas y no existirá cura para tal veneno.  Espero constantemente la visita de aquel paquidermo embrutecido por el sopor de su existencia. Siempre estoy listo para recibirlo; metales, café, cigarros, un paso. Notas. Un sorbo. Una calada. Llega. La aguja raspa y el pesado mamífero da piruetas hasta nublarme por completo. Después de días la estancia del animal termina. Se retira con el mismo paso con el que llegó (a ritmo de Hard Bop) y lo veo alejarse, cargando sobre su lomo varios trozos de mi cabeza; herido en este  escape prosaico. No sé cuándo será el momento en el que se lleve consigo todo, dejándome en la locura por la culpa de su vaivén mostrenco.

 

Me acostumbré tanto a la obscuridad que cuando el casero por fin cambió las pastillas de luz y los focos se encendieron, los confundí con el venir de Dios.

lunes, 22 de septiembre de 2014

ELLA SIEMPRE VUELVE


El sexo se había vuelto agrio entre nosotros. Cada noche era lo mismo; moverse al mismo compás sin ninguna sensación de placer. Todo era rutinario, aburrido y convencional. Bueno, casi todo… Era tedioso, aunque ella no parecía verlo así. Aquella noche me miraba con ojos de pasión, pero yo no podía corresponderle.
            – Esto no puede seguir, Verónica – le dije un tanto agobiado
            – ¿Qué? – contestó enojada – ¿No te gusta?
            – No… ya no
            Se quitó de encima y se volteó molesta hacia la ventana. Di un suspiro y comencé a vestirme. Comenzamos a discutir en voz alta como casi todas las noches desde hacía ya una semana. Ella agitaba sus manos, aunque no parecía moverse en realidad. No cruzamos mirada alguna. Una sensación de asco recorrió mi garganta mientras negaba con la cabeza, rehusándome a aceptar mi culpa. “Es de ella, sí, sólo de ella” me repetía una y otra vez.
            La sentí levantarse de la cama, el peso de su cuerpo apenas y era perceptible. Alcé la mirada en dirección al espejo para contemplar su figura. Pude observar su cuerpo blanco y delgado, era claro… demasiado claro. Ella tomó su vestido blanco y transparente, hasta ese momento pude notar que parecía una sábana de seda delgada que colgaba desde sus hombros. No usaba zapatillas, había estado descalza desde que había vuelto a mí. El silencio entre nosotros abrumaba la habitación, sólo podía oírse avanzar el segundero del reloj que colgaba en la pared. Ya casi era medianoche. La vi avanzar hacia la puerta con cierta lentitud y ligereza, como si avanzara sin mover los pies, apenas tocando el suelo para desplazarse.
            Negué con la cabeza y suspiré. Traté de desviar la mirada hacia otro lado en el espejo. Desde el reflejo pude ver a mi vecina asomando la cabeza, tenía las manos entre cruzadas y esbozaba una expresión asustada hacia nuestro cuarto. “¿Nos habrá escuchado?” me pregunté mientras la veía.
            – Entonces me iré – gritó de pronto Verónica con una voz firme y estridente
            – Haz lo que quieras – le respondí con la voz entrecortada
La puerta de abrió de golpe y ella salió de forma estrepitosa con ambas manos cubriendo su rostro. El eco de su sollozo pareció esparcirse por toda la casa. Me quedé pensativo con las manos cruzadas en la orilla de la cama y comencé a pensar en el pasado. Todas aquellas peleas que habíamos tenido tiempo atrás, ella siempre culpándome de todo. Me llamaba celoso, inseguro de mí mismo y constantemente me repetía que debía dejar de beber de la manera en que lo hacía. Más de una vez se había apartado de mi lado yéndose a la casa de sus padres. “Volverá – me decía a mí mismo – siempre vuelve”. Y así lo hacía, era nuestra rutina, nuestra forma de vivir.
De todas las ocasiones en que peleábamos siempre recuerdo aquella noche… volvimos a pelear por el inusual horario en su oficina. Discutimos, forcejeamos y lo último que recuerdo eran mis manos en su cuello. Tal vez acariciándola, sí, debía ser eso. Luego de aquél incidente ella se fue. Después de ese día empecé a obsesionarme con cuidar el jardín de la casa, sólo puedo pensar en lluvia cayendo y en lodo, mucho lodo en mis manos… Pasados varios días, todo indicaba que ella no regresaría. “Debe volver” – me decía mientras sollozaba en las madrugadas.
Cierta noche, estando ahogado en tristeza y alcohol, la vi entrar de nuevo por la puerta trasera. Estaba sonriendo, usaba el mismo vestido blanco y su presencia me erizaba la piel. Había vuelto cuando yo menos lo esperaba, pero volvió, ella siempre volvía.
            La alarma de las doce y cuarto me hizo volver al presente. Alcé la mirada en dirección a la ventana, la vecina se había ido. Bajando las escaleras aún se escuchaba el llanto de Verónica viniendo desde la cocina. Me levanté furioso y fui hasta ella. La puerta de la calle estaba abierta y las luces de la habitación estaban apagadas. Lo único que iluminaba su silueta era la luz de la luna que apenas y era perceptible. Ella y yo volvimos a discutir, esta vez con un tono más bajo, nos habíamos cansado de gritar y yo le había advertido que nos observaban. Me asomé por el marco de la portezuela y volví a ver a mi vecina, tenía un teléfono en la mano y me miraba preocupada. Decidí ignorarla de nuevo. “¿Qué tanto estará viendo?” me pregunté.
            – Tú me llamaste – me replicó de la nada Verónica – ¡Lo único que extrañabas era coger conmigo porque sabes que nadie más lo haría!
            Golpeé la mesa con fuerza gritándole que se callara. Me concentré en mirar sus hematomas de los brazos que, según ella, yo había hecho. Pero eran mentiras, solamente eran mentiras.
Apartó la mirada y se puso de pie tan rápido que fue difícil notarlo. Cuando menos lo pensé, ella estaba junto a la puerta que daba a la terraza. Debió salir tan velozmente que ni siquiera pude ver el momento en que abrió y cerró el portón. Me encaminé hacia el jardín siguiéndola. Abrí la puerta y ahí estaba ella, sonriendo como aquella vez, pero no con la misma intención. Me guiño el ojo y me mandó un beso desde lejos, luego, desapareció entre el césped que había nacido en ese lugar lleno de lodo. Yo sabía lo que aquello significaba, pero me rehusaba a creerlo. No era posible, no otra vez… Se había ido de nuevo.

Mi vecina estaba del otro lado de la calle, mirándome con cierto recelo junto con otros miembros de la cuadra. Pero ellos no entendían, me juzgan loco, me han llamado demente desde que estoy con ella porque no pueden verla… “¡Ella es real, ahí está!”, les repetía una y otra vez señalando el césped. Las sirenas de la policía se escucharon por delante de la casa. Me tiré al suelo afligido, pateando la orilla del portón, lloré como nunca lamentándome de mi burdo destino. Los oficiales llegaron por detrás de mí y, entre risas y lamentos, comencé a gritarles: “¡Volverá… ella siempre vuelve!”

Eric Medina (THANATOS)




domingo, 24 de agosto de 2014

I FOUND YOU. por hombre de carbón


I FOUND YOU.
 
 
 
 

Las entrañas del cuévano,  están tatuadas por el andar meditabundo de mis pies tercos, huyendo de no sé qué demonios pa´ llegar tarde a la cita con la vida. Se me ha hecho costumbre eso de beberme los días a palabras,  especialmente los de fiesta. Es una cuestión que no me gusta discutir porque tengo siempre más ganas de estar conmigo que con otros. Y no es narcicismo. 

¿No has salido o bajado si quiera? –preguntaste casi sorprendida sarcásticamente-.

Por supuesto que sí –contesté ofendido- salí del sueño cuando desperté; salí de la mierda cuando me refugié en mi cuarto; salí de la realidad por segundos cuando soy uno con los libros; salí hasta de lo común –creo yo- cuando elegí embriagarme con jazz y a solas; salí de mi casa para buscarme; salí de un pasado para recibir el presente; salí de una película para dirigir otra; me he salido hasta del tiempo que todo se me va en palabrear. ¿De dónde más quieres que salga? Por cierto sólo bajo cuando tengo sed.

Salí a lo mío, a lo que no es de nadie y nadie puede arrebatarme. Salí a un concierto de Nicole Henry por ejemplo, nadie podía arrebatarme mi lenguaje corpóreo, arropado por el frío y sostenido por los brazos del jazz. Ni tu ausencia –aunque dolorosa- pudo quitarme el disfrutar de la voz exquisita de la afroamericana.  Salí a mi memoria, en donde ni la pluma ha podido escarbar con maestría.

En cambió tú, apuesto que ni siquiera sabes que es la tarde escuchando “i found you”, puede parecer terriblemente cursi pero campos de calateas en el cielo, se marchitan grisáceos  junto a un cigarro. Esa noche no llegaste y sin embargo te pensé durante los clímax de cada canción. El ambiente resultaba muy ecléctico, como para no recordarte viendo los orificios del saxofón, las curvaturas del contrabajo o, los golpes de la batería.

Me salí del pensamiento por unos instantes, abandoné mi asiento dando vueltas por el teatro y en segundos, me encontraba en un bar newyorkino; yo esperaba mi whisky, Nicole apenas afina su voy y tú, venías dando vuelta por la avenida seis. Espero entres por esa puerta, antes de que me refugie en el cuarto que alquilo arriba.

 
Hombre de Carbón

lunes, 11 de agosto de 2014

DÉJÀ VU




Alguna vez tuve esto, tal vez en un sueño.
Y estuve así vinculado a la misma percepción,
a las mismas correspondencias e iguales asociaciones.

O no lo tuve. Lo pareció por lo rutinario de la vida
o por lo intrincado de la mente
y su inquietante sistema fotográfico.
O por nuestro hambre desmedido de un más allá.

Fue el mismo instante frágil
que se quiebra al pensarlo en su mínimo valor. O no lo fue.
Da igual.

En verdad siempre es así:
la sensación llega y rápida se va.

Y no hay mucho de qué hablar.


 Aleqs Garrigóz

lunes, 4 de agosto de 2014

Compañía por Jacaranda


COMPAÑÍA
 
 

     Hoy hace buen día, no he salido pero estoy seguro de que es la razón de la poca clientela en este bar, mi bar. Hace ya rato que no viene mucha gente y este espacio vacío cada vez se llena más de soledad; mi única compañía es el señor que viene todos los días a las seis de la tarde y nunca falla, sé muy bien que el día que no venga será también el último para mi bar y es que ya debo 4 mensualidades. Quiero pensar que es por eso, hoy y todos los días pasados ha hecho un buen día y nadie quiere encerrarse en estas fechas. Ya son las seis y cuarto y sigo solo “tiring tiring tiring”. Buenas noches, hoy llegó un poco más tarde de lo normal. Sí, está lloviendo a cántaros. “tiring tiring tiring tiring tiring…”. Hace tiempo que no sonaba tanto esa campanita, espero que no se atrofie por la falta de uso. Esta noche no estaremos solos caballero. Ciertamente, hoy es un buen día.
 
 
 
Jacaranda
 

lunes, 21 de julio de 2014

Soliloquios de una letra a y una letra i. Por hombre de carbón


Soliloquios de una letra a y una letra i.
 

Algún día de estos, nos leeremos.
 
 
 
 

1

02/10/2021

He vuelto a perder mis pasos entre los andenes de una central de autobuses. Cargué improvisadamente cuanto pude en una sola maleta. No sé, si sonreír o llorar, por darme cuenta de que mi vida cabe en tan poco espacio, tu vida debe abarcar cientos de metros por lo cual no podía seguir  instalada junto a ti. Traje conmigo un par de vestidos, otro de medias y los tacones azules  que me obsequiaste, aquella tarde que tu jefe te incrementó aquel sueldo mísero que gastabas en películas extrañas y botellas de tinto corriente. Hace años que ya no sé nada de ti, prometiste enviarme cartas y postales redactadas desde  algún café o desde la banqueta de un callejón. Quizá por esa manía que tienes de contemplar el humo de tu cigarrillo se te ha olvidado que escribes para alguien y no para ti, egoísta.  Aún sigo revisando sosegada el buzón, todos los días a las siete de la tarde mientras el sol muere. Después de tanto tiempo verlo  vacío, cual si fuese atardecer desértico de miradas en octubre, decidí venir a buscarte a esta ciudad con la que soñabas vivir desde que eras un adolescente huraño. Para mi sorpresa, he encontrado fácilmente  el cuarto que alquilabas, eres tan irreconocible mi extraño a. La cacera es muy amable, aunque le brotó del rostro una expresión fatídica que desquebrajaba sus ojos (te guardaba cariño), mientras me confesaba que apenas un par de semanas antes se enteró de que tu cuarto ya no la habitabas tú. Ahora lo habita el polvo, lo sombrío, ese olor a hierba barata que haz comenzado volver a  fumar, tus acetatos de jazz hechos añicos y poemarios manchados por el mismo tinto con el que escribías. También lo habita, esta libretilla cuyos únicos renglones limpios  han servido para dejar dicha nota por si regresas y decides volver.

 

2

06/10/2021

He vuelto a perder mis pasos entre los andenes de una central de autobuses. Terminé creyendo que era lo mejor, después de escuchar las últimas piezas de Shelton Brooks y azotarle contra el espejo que se convirtió en el baúl de mi voz. Salí despavorido, intentando alcanzar los años depositados en ese cuarto. Ni siquiera pude coger las amistades grandiosas con las que pasé encuentros fortuitos durante horas eternas: las palabras trilces de Vallejo; los paseos junto a  Hernández en New York asesinando gatos sin tregua y los gustos similares de jazz con Sartre, a pesar de que nunca pudimos entablar un diálogo, preferíamos beber café, cerrar los ojos  y hacerle el amor a la memoria con some of these days mientras los vals de humo se cortejaban, en fin. Más tarde me di cuenta, al querer encender el último cigarro  mientras caminaba por las carreteras del bajío –pues el dinero sólo fue suficiente para pagar algunos kilómetros-,  que venía conmigo Nikolai Gogol y su consumido capote por el frío ruso. Al igual que el mío, por los vientos del cuévano. Compartimos la última dosis de nicotina tartamudeando versos de Catulo y arrojando cristales de sal al terminar de citarlos.

He podido llegar, con los pies adoloridos y el olfato moribundo, pues comencé a desmembrar el olor de la cantera rosa tratando de dar con el perfume de tus huellas, fue inútil. Sin rastro alguno de tu piel nívea, me estrellé con las puertas de un antiguo bar al que acudía, a pesar de mi falta de dinero decidí entrar, consiguiendo reconocer unos viejos amigos que al estudiar mi apariencia decidieron invitarme un trago. El maldito dinero no deja de asecharme y huir, desea que lo persiga pero no ha tenido la suerte para  desplomarme de mi escritorio y salga en busca del mismo. Me río, me río con una carcajada aristofánica que he llegado a sentir pena de él. Entonces, es cuando decido enviar mis delirios a las editoriales que siguen sin querer publicarme o leerme al menos, y la última biblioteca para la que trabajé, optó por correrme definitivamente al enterarse de  que era yo quien robaba los tomos de Alfonso Reyes y no el viejo conserje. La cuenta del banco ha ido cayendo poco a poco como mis ojeras, de las que estoy seguro que en un par de noches más lograrán al fin,  besar la comisura de mis labios.

Encontré nuestro apartamento –bueno, el tuyo-,  había olvidado la dirección aunque parezca imposible y con algunas referencias de los que se encontraban en el bar, supe que era bastante fácil rodear algunas avenidas y llegar. Es muy distinto al que habitábamos, lograste deshacerte de las dos únicas pinturas  de Edward Hopper que compré en Brooklyn y las cambiaste, por una  repisa para colocar fotografías de tus amigas contigo bebiendo en los mismos lugares. Era de esperarse. Los deseos de querer tomarte por la cintura y desnudarte lentamente como lo hacía antes, se vinieron abajo cuando vi aquel Cristo postrado sobre la cabecera de la cama, en vez de una obra de Nobuyoshi Araki, que sin saber cómo, extendía el eco de tus gemidos. Vaya espacio, hasta cambiar o quitar cuadros de las paredes, hacen a uno tan diferente.

Ah, mi querida i, la he pasado bien de algún modo allá, en el mundo ése, el mío. Por cierto, olvidé mi libreta favorita. La quería traer para que supieras, cuanto te he borrado, te he pensado, te he escrito. Sin embargo, gracias a tu terca disciplina de querer agendarlo todo, encontré una agenda con fecha del siguiente año, que seguro la utilizarás para tus quehaceres y al fin, podrás leer esta nota.

 

 

 

José Alfredo Barriga Juárez.