viernes, 6 de junio de 2014

SOLILOQUIOS DE UN VIEJO CACÓFONO

NOCHES A TRAGOS

Disfruto de pasarme la noche a tragos, bien hondos. Tragos de serenidad y silencio, que hacen de mi tímpano una resonancia exquisita dónde naufragar, casi como cuando nos atropellábamos la piel, -¿recuerdas?-.  ¿Pero quién busca placer en la boca de un saxofón?... claro, un viejo cacófono, hombre absurdo intentando  encontrar los besos en los  labios-miel  de aquella señorita llamada do-re-mí, demasiado estridente para los gustos comunes.

Aquello de la intelectualidad es puro ornamento, letargos de hombre azul carentes de crearse alas con las plumas de los sentidos y  echarse a volar. No me fío de los que les agrada todo tipo de “música,” me parecen tan ortodoxos al tiempo presente. No arriesgan. No vuelan. No pierden. Me aburren.  Se acurrucan en los ritmos más  mascados sin sabor y textura, patrocinados por el subdesarrollo cultural. Pero que va, esos son  otros temas que no merecen una prosa trémula como la mía. Sí, trémula, nerviosa y al borde del séptimo renglón de un párrafo agrietado dónde las notas penetran.

-deberías ser músico-

-No, eso de mimetizar especialmente a una Euterpe afroamericana, no se me da- 

Maldito aquel el del espejo, insinuando fantasías con las que a más de alguno le gusta irse a dormir. No duermo. Mis ojeras coquetean con ese volar amargo delas manecillas por los aires de la madrugada. Parvada mórbida de memorias.

-recuerdo cuando te levantabas en medio de la noche, encendías un cigarrillo y con esa terquedad que te distingue insistías en volver a girar el jazz newyorkino  de Paul Desmond,  aunque lo tuvieras en el ipod. Te veías tan mamón, pero me gustab…

-¡Cállate ya!, esfúmate a otro papel y déjame beberme la noche a tragos, para después fumarme el alba.

Las luces desfallecen, la melodía se desinfla cual globo en un limbo y tú, tú ya no sé si esta noche al fin ya no existas. Aunque confieso, que eso de escribir me gusta.
 




Hombre de Carbón. 

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